Las contraseñas tienen un problema desde los albores de la informática. O bien son tan complejas que nadie puede recordarlas, o bien son tan sencillas que cualquiera puede adivinarlas.
Y el problema se está volviendo cada vez mayor. Cualquiera que tenga un portátil, use redes sociales o use servicios bancarios por Internet tiene que manejar y recordar docenas de contraseñas. Demasiadas para nuestra capacidad de memorización.
Algunos usuarios optan por apuntar las contraseñas y guardarlas en el cajón o, aún peor, ponerlas en un post-it y pegarlas en la pantalla de sus ordenadores. Otros usan la misma contraseña para todo. Cualquiera de las dos opciones comporta riesgos.
Internet está lleno de artículos sobre cómo escoger contraseñas fuertes, en este mismo blog hemos dado información sobre cómo escoger contraseñas seguras y fáciles de recordar. Pero la verdad es que la mayor parte de la gente no sigue este camino. El uso de una misma contraseña para distintos servicios es un hecho y los hackers se frotan las manos sabiendo que si consiguen tan sólo una contraseña, les puede abrir muchas puertas.
Parece claro que el sistema tiene sus limitaciones y surge la pregunta… ¿deberían plantearse alternativas a las contraseñas?
Sería muy útil poder identificarnos de una manera que no dejase ningún lugar a dudas sobre nuestra identidad y que al mismo tiempo impidiese que nadie se pudiese hacer pasar por nosotros. Y esos requisitos los cumple nuestro perfil biométrico, es decir, nuestra voz, nuestro iris ocular o nuestras huellas dactilares.
Los datos biométricos ofrecen una alternativa viable en lo que se refiere a seguridad pero platean un problema de practicidad. Un aparato de reconocimiento de iris como el que se usa en algunos aeropuertos es muy caro y no resultaría razonable incluirlo en un ordenador.
Sin embargo el reconocimiento de voz y de huellas dactilares ya es una realidad en algunos de los últimos modelos de iPhone y Android y estas dos tecnologías han demostrado un altísimo grado de protección de seguridad. Se necesita un scanner especial, pero no es ni aparatoso ni caro y no resulta complicado imaginar que acabe por instalarse en todos los nuevos aparatos.
Muchos expertos aseguran que este tipo de identificación acabará por ser la norma porque ofrece una mayor seguridad que el actual sistema de contraseñas. Además, no requiere ningún esfuerzo de memorización por nuestra parte así que todos ganamos.
Los datos biométricos también tienen sus riesgos
Aunque resuelvan muchos de los problemas de las contraseñas, con los datos biométricos surge otro problema ¿cómo nos aseguramos de que están correctamente protegidos y de que no son usados de manera irregular por los servicios que los usan?
Las grandes compañías de Internet, en especial Apple y Google, están apostando por un futuro en el que usaremos la huella dactilar desde nuestros smartphones para identificarnos. Pero eso también significará que les estaremos dando permiso a esas compañías, cuya matriz está en Estados Unidos, para que almacenen y transfieran esos datos.
La abolición del Tratado de Puerto Seguro se produjo porque Estados Unidos no daba las suficientes garantías de seguridad a los datos de los ciudadanos europeos que eran transferidos allí. Por lo tanto, la idea de que los datos biométricos de millones de ciudadanos de la UE acaben almacenados en centros de datos estadounidenses plantea motivos para la preocupación.
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