La publicidad digital hace ya mucho que se mueve en el borde de lo aceptable en lo que se refiere al respeto a la privacidad y la protección de datos de los usuarios. El sector, dominado por grandes plataformas que sirven publicidad a través de páginas web, redes sociales, motores de búsqueda y apps, basa su sistema de segmentación y definición de público objetivo en obtener información del usuario a través de las cookies, algo que hasta ahora se ha beneficiado de una regulación ambigua. Esto se debe a su relativa novedad ya que la ley se fijó antes de que la publicidad digital fuese una industria madura.

Esto está a punto de cambiar. La Comisión Europea ha presentado en este arranque de año una propuesta de regulación de las comunicaciones electrónicas al Parlamento Europeo que podría suponer un terremoto en el sector publicitario.

A pesar de que las cookies publicitarias pueden recoger datos personales como por ejemplo, nuestro historial de visitas web, nuestra ubicación geográfica, nuestros hábitos de consumo  (horas en las que navegamos, productos que compramos), etc… Hasta ahora se han beneficiado de un sistema de consentimiento, el famoso banner de cookies, que no promueve el entendimiento por parte del usuario sino que lleva a hacer clic en el botón de OK sin saber muy bien a qué estamos dando permiso.

La Comisión Europea dice que las nuevas reglas que se avecinan le darán al usuario un mayor control sobre las cookies sin dar grandes detalles de cómo se implementará. Pero ese mayor control podría pasar por introducir nuevas opciones de ajustes en los navegadores que podrían limitar o bloquear la recogida de datos por parte de las plataformas publicitarias, algo que obligaría al sector a redefinir su manera de operar.

El sector publicitario mueve una gran cantidad de dinero y es fundamental para la supervivencia de un gran número de medios digitales de todos los tamaños. La definición de un sistema que consiga llegar a un equilibrio entre su actividad y el respeto a la privacidad sentaría las bases para un crecimiento sostenido y ayudaría a disipar nubarrones en su horizonte como por ejemplo el creciente uso de los ad blockers. Una regulación más estricta y transparente podría acabar por ser positiva para la publicidad digital.

Lo que no es una opción es que los usuarios sigan sin tener una idea remotamente clara de qué es lo que ocurre cuando acceden a una página web y que su capacidad de elección sobre los datos a suministrar sea prácticamente nula. La implementación de un nuevo sistema de consentimiento planteará sin duda desafíos técnicos que necesitarán de la colaboración entre empresas publicitarias y autoridades. Los intereses del consumidor deberían prevalecer.