Uno de los principales pilares del nuevo Reglamento General de Protección de Datos es el de la privacidad por diseño. Este paradigma traslada la responsabilidad a las organizaciones de considerar la privacidad desde el inicio del desarrollo de cualquier nuevo producto, servicio o proceso que implique el tratamiento de datos personales. La privacidad por diseño tiene por tanto una enorme repercusión en el trabajo de uno de los colectivos profesionales que más tienen que ver con el tratamiento de datos: los programadores.

Los programadores son los responsables de la creación de los servicios de eso que llamamos la sociedad de la información. Detrás de la tele de Movistar, de Facebook, de Netflix o de Google, hay programadores. Ellos y ellas juegan un papel fundamental a la hora de decidir los datos que una aplicación va a recabar, dónde serán almacenados y cómo serán utilizados posteriormente. Por ello es fundamental que estén puntualmente informados de los cambios que el nuevo RGPD supone para el tratamiento de datos personales.

El RGPD surgió por la necesidad de actualizar las leyes de protección de datos y adaptarlas a las nuevas tecnologías y, en su texto, incluye un mensaje que está dirigido específicamente a los programadores:

“Al desarrollar, diseñar, seleccionar y usar aplicaciones, servicios y productos que están basados en el tratamiento de datos personales o que tratan datos personales para cumplir su función, ha de alentarse a los productores de los productos, servicios y aplicaciones a que tengan en cuenta el derecho a la protección de datos cuando desarrollan y diseñen estos productos, servicios y aplicaciones, y que se aseguren, con la debida atención al estado de la técnica, de que los responsables y los encargados del tratamiento están en condiciones de cumplir sus obligaciones en materia de protección de datos.”

(Considerando 78 RGPD)

Este mensaje de los legisladores a los programadores es claro y rotundo. Los programadores tienen el poder de recoger, procesar y almacenar cantidades ingentes de datos, pero también tienen la responsabilidad de preservar los derechos de los ciudadanos.

Por supuesto, la responsabilidad no solo recae en los programadores sino también en los directivos que los supervisan y que deben asegurarse de que la privacidad por diseño no solo sea una frase que suena bien sino una realidad que guíe el trabajo de sus empleados.

En ocasiones la privacidad por diseño introducirá complejidad en algunos proyectos y provocará resistencia entre los programadores. Resultará engorroso, por ejemplo, implementar todas las opciones de consentimiento que el usuario debe tener a su disposición, por poner un ejemplo de algo que está sucediendo ahora mismo en muchísimas organizaciones. Pero a medio y largo plazo, la privacidad por diseño es un gran principio por el cual guiarse. No solo porque nos evitará enfrentarnos a potenciales multas devastadoras, que también, sino porque hará que nuestros sistemas sean más transparentes y que el usuario final tenga una mayor confianza en nuestros productos y servicios.

(Foto de Charles Deluvio 🇵🇭🇨🇦 en Unsplash.)