Como cada 28 de enero, celebramos el Día Internacional de Protección de los Datos. Se trata de un año más en protección de datos, pero no de un año cualquiera. El año pasado celebramos este día sin saber que el mundo se encaminaba a un acontecimiento histórico que sacudiría sus cimientos y que tendría unas implicaciones enormes en todos los ámbitos, incluida la protección de datos.
La pandemia del coronavirus ha tenido repercusiones sobre la protección de datos y la privacidad desde el principio.
Pandemia y teletrabajo
Quizá una de las repercusiones más marcadas vino de la adopción masiva del teletrabajo. La expansión del virus provocó que las oficinas se vaciasen de la noche a la mañana y obligaron a los trabajadores a familiarizarse con herramientas de trabajo remoto como la videoconferencia o las conexiones VPN.
Esta migración masiva al teletrabajo ha puesto de manifiesto más que nunca la importancia de la formación de los trabajadores en protección de datos. La autoevaluación y la autodisciplina han jugado un papel fundamental a la hora de asegurar la seguridad del trabajo remoto en ausencia de protocolos empresariales que no estaban preparados para esta situación.
Desafíos pandémicos a la protección de datos
La protección de datos ha estado muy presente en el debate público y político durante esta pandemia sobre todo por la necesidad de mantener un equilibrio entre seguridad y privacidad.
Uno de los puntos más polémicos ha sido las implicaciones que la adopción de una app de rastreo de contactos podía tener para la privacidad. Este tipo de aplicaciones han proliferado en todo el mundo, pero ha sido en Europa donde, gracias a nuestra legislación garantista, se ha logrado que fuesen diseñadas teniendo en cuenta la protección de datos desde el principio.
Otros desafíos relacionados con la pandemia han venido de la necesidad de la educación en remoto. De pronto, los hogares se convirtieron en aulas con conexión en vivo. Esto ha tenido unas implicaciones muy importantes para la privacidad que las autoridades y docentes han tenido que ir solventando sobre la marcha.
Si algo ha demostrado la pandemia es que seguridad y privacidad no solamente no son incompatibles, sino que pueden reforzarse mutuamente.
Protección de datos, un valor añadido
Este año de protección de datos que dejamos atrás también nos ha dejado el reforzamiento de la protección de datos como un valor añadido para las empresas.
Cada vez más, las empresas se posicionan en dos grupos: aquellas que entienden la privacidad y la protección de datos como un valor y aquellas que las entienden como una imposición.
El primer grupo está haciendo un gran esfuerzo para incorporar la privacidad en sus productos y servicios desde el diseño y están poniendo en marcha procedimientos y políticas que garanticen la privacidad de sus clientes. Esta actitud las pone a la vanguardia de sus sectores y las hace mucho más resilientes de cara al futuro.
El segundo grupo ha vivido un mal año, en el que muchos clientes han optado por huir de servicios y productos que no respetan su privacidad y que, por lo tanto, son percibidos como peligrosos y mal diseñados.
Fin del chantaje cotidiano de las políticas de privacidad
Otro de los grandes hitos del año en protección de datos que dejamos atrás es el progresivo abandono del papel pasivo que muchas empresas esperaban de sus usuarios a la hora de aceptar a ciegas sus políticas de privacidad.
Este chantaje cotidiano de “o aceptas o no podrás usar mi servicio” cada vez funciona menos, como hemos visto en el reciente caso de WhatsApp.
El RGPD y la labor de concienciación de la AEPD y algunos medios junto con parte del tejido empresarial está consiguiendo que el ciudadano cada vez sea más consciente de que no tiene por qué tragarse este chantaje. Las empresas que sí respetan la privacidad y la protección de datos son, una vez más, las principales beneficiadas por esta nueva realidad.