El desarrollo vertiginoso de las tecnologías de la información en las últimas décadas ha llevado a que hoy en día los consumidores consideren como algo normal y cotidiano cosas que hace tan sólo 15 años nos hubiesen parecido ciencia ficción. Los ejemplos son muchos, desde poder pedir un taxi desde cualquier lugar y que éste nos encuentre con ubicación vía satélite (GPS) a poder gestionar una empresa sin tener un sólo dispositivo físico de almacenamiento de datos gracias al cloud computing.
Sin embargo todos estos adelantos llevan intrísecamente aparejada una cesión de nuestros datos personales a través de redes de comunicación cuyo nivel de seguridad desconocemos y cuyos destinatarios finales nos resultan en muchas ocasiones completamente anónimos.
Si a esto añadimos los grandes escándalos que han surgido en torno a las interceptaciones de comunicaciones y los casos cada vez más frecuentes de hacking por parte de individuos y estados, nos encontramos ante un panorama que despierta muchos recelos entre los consumidores. Unos recelos que aunque no están parando la adopción de las nuevas tecnologías, si están haciendo que los propios consumidores demanden cada vez de manera más activa no sólo la creación de una regulación clara y estricta por parte de las autoridades, que en mayor o menor medida ya existe, sino su aplicación efectiva, algo que no ha sido hasta ahora tan frecuente.
Según un reciente estudio de la empresa de pagos por Internet Paysafecard, el 87% de los internautas europeos consideran que la protección de datos es el aspecto más importante en las compras online. Este dato es especialmente significativo a la hora de que las empresas valoren si sus esfuerzos en materia de protección de datos tienen o no sentido. No solamente es importante cumplir con la regulación en materia de protección de datos por una razón meramente legal sino también desde un punto de vista empresarial, puramente económico. Cualquier duda percibida por un potencial cliente puede dar al traste con una posible compra o contratación de servicios.
En otro estudio de la consultora americana Truste se recoge que el 92% de los estadounidenses están preocupados en mayor o menor medida por la gestión que se hace de sus datos Internet. Las razones de esta desconfianza son múltiples: la suplantación de identidad, el fraude bancario online, el phishing, el hacking o el cyberbullying. Pero ¿qué tienen en común todas estas amenazas? Su nexo fundamental es que parten de un acceso no autorizado a nuestros datos personales.
Los consumidores están preocupados con la gestión que se hace de sus datos en los distintos entornos digitales porque saben que de ahí parten los mayores riesgos a los que se enfrentan como usuarios. Es por ello que las organizaciones y empresas deberían considerar una prioridad la correcta gestión de los datos personales que almacenan y verlo como una parte más de su estrategia y no como una pesada obligación burocrática. Los consumidores lo valorarán y ellos son los que tienen la última palabra.