Nuestra identidad y nuestra información personal son valiosas para los delincuentes. Si caen en sus manos datos como tu nombre completo, tu fecha de nacimiento, tu número de teléfono o tu número de tarjeta o incluso de cuenta bancaria, pueden robar tu identidad, suplantarte y provocarte un gravísimo problema.

Pueden usar tu nombre para abrir cuentas bancarias, obtener tarjetas de crédito y préstamos o incluso para solicitar subsidios o nuevos documentos como pasaportes o carnets de conducir. Lo pueden hacer porque a partir de documentos que nos parecen tan poco importantes como una carta de la luz o del agua, se puede componer una fotografía completa de la identidad de un individuo. Y a partir de ahí, las posibilidades de usarla fraudulentamente son casi ilimitadas.

Además los ciber-delincuentes modernos que operan a través de Internet se están volviendo unos expertos en hackear cuentas usando vulnerabilidades tan comunes como una contraseña fácil de adivinar o un email falso en el que fingen ser alguien de confianza para obtener nuestros datos.

Los datos de identidad son tan valiosos como el dinero.

Difícil de identificar inicialmente

Al principio resulta muy difícil descubrir que hemos sufrido un robo de identidad porque el delincuente está siempre un paso por delante de la víctima. Todo puede permanecer oculto hasta que recibimos una carta pidiendo un pago por una cuenta que no abrimos, o un extracto bancario muestre unas transacciones que no hicimos o cuando nos nieguen un crédito porque consta que tenemos una serie de deudas de las que no sabemos nada.

Sea cual sea la señal de alarma, una vez que identifiquemos que algo va mal y que podemos ser víctimas de este tipo de delito, debemos ponerlo inmediatamente en conocimiento de la policía.

Mantenernos protegidos

Hay una serie de precauciones simples y fáciles de aplicar que podemos tomar para protegernos contra un problema tan grave como el robo de identidad.

Elige contraseñas fuertes: nunca escojas obviedades como tu fecha de nacimiento o “12345”. Las contraseñas más fuertes son aquellas que contienen números, letras y símbolos. Una manera de simplificar su memorización es pensar en dos palabras y luego sustituir alguna de sus letras por símbolos (ejemplo: A6e/a en lugar de abeja).

Mantente seguro: antes de introducir tus datos bancarios en una página web para realizar un pago comprueba que es segura. Si no tiene el símbolo del candado arriba en la barra del navegador y la dirección no empieza con https significa que los datos que envíes no estarán encriptados y eso hace que estén expuestos a los hackers. Además es una señal muy clara de que el sitio no es muy de fiar.

Destruye documentos: asegúrate de que los documentos de los que te deshaces son destruidos antes de acabar en el contenedor de basura, especialmente aquellos que contienen información personal como cartas bancarias, paquetes postales o facturas.

Evita las llamadas a puerta fría: nunca y bajo ningún concepto revele información personal a ninguna compañía de la que no sea cliente.

Cuida tus ajustes de privacidad: asegúrate de que la información personal sobre ti en sitios de Internet y en redes sociales no puede ser vista por el público en general, por defecto sí lo es así que hay que cambiar los ajustes para que no lo sea.

No hagas tus datos fáciles de encontrar: el mejor lugar para almacenar tu contraseña o el PIN de tu tarjeta es tu cabeza, si la escribes en un papel y te lo guardas en la cartera estás poniéndote en riesgo.

Los riesgos de un robo de identidad son muy graves porque después de que el mal esté hecho normalmente queda un largo proceso judicial por delante para probar que no hemos sido nosotros los que hemos contraído las deudas o cometido los delitos. Para evitar ese calvario lo mejor es prevenir.